ESTILOS DE VIDA SALUDABLE: EL EJERCICIO MODIFICA NUESTROS GENES

En las últimas décadas hemos sido testigos de un auge gradual de las tendencias que involucran estilos de vida con hábitos saludables, entre los que sobresalen la alimentación adecuada y la práctica de actividad/ejercicio físico. No obstante, aproximadamente un tercio de la población mundial continúa siendo sedentaria y ya se ha determinado que  los hábitos de inactividad se empiezan a establecer desde las edades tempranas de la vida. Esto adquiere un matiz más especial y relevante si  nos detenemos a pensar en cómo el ambiente y las tecnologías a las que tenemos acceso se tornan cada vez más “obesogénicos”. Por otra parte, las enfermedades cardiometabólicas continúan siendo la principal causa de muerte a nivel mundial a pesar de poder ser un blanco susceptible de intervención a través de modificaciones en los hábitos de vida.
Considerar el ejercicio físico como la píldora que puede curarlo todo (siempre y cuando sea prescrito y ejecutado en su justa medida) ha sido llevado a su mejor expresión en los estudios y artículos publicados por la doctora Carmen Fiuza-Luces y su equipo de colaboradores. Esta nota tiene como eje central sus reflexiones y hallazgos y, como complemento,  algunos aspectos de epigenética que han respaldado las recomendaciones establecidas por el  American College of Sports Medicine (ACSM) a través de su iniciativa denominada “Exercise is medicine”.
Bajo este programa se ha querido concientizar a la población médica y no médica de la necesidad de incorporar el ejercicio de manera responsable (es decir, con una adecuada prescripción y atendiendo al principio de individualidad) y tiene su fundamento en la vasta evidencia científica que avala el ejercicio físico como pieza clave en el tratamiento y prevención de distintas enfermedades.
Entre los principales beneficios del ejercicio se cuentan la reducción del riesgo de padecer cáncer de mama y de colon y de sufrir enfermedades crónicas no transmisibles (Diabetes tipo 2, hipertensión arterial y las enfermedades cardiovasculares directamente derivadas de dichas condiciones). También disminuye el riesgo de padecer  enfermedad de Alzheimer y mejora la calidad de vida al aumentar la productividad y la capacidad para llevar a cabo las actividades cotidianas y la función cerebral  cognitiva, además de mejorar la sintomatología de enfermedades de índole psiquiátrica como la depresión y la ansiedad.
Dichos beneficios se pueden objetivar mediante cambios epigenéticos que se pueden describir como modificaciones de la expresión del genoma inducidos por la exposición del individuo al ambiente, y no debidos a las características estructurales del genotipo heredado. En otras palabras, nuestra carga genética puede ser modificada por factores entre los que se cuenta el ejercicio. Basado en ello se fundamenta la recomendación de la ACSM de 150 minutos de ejercicio aeróbico de intensidad moderada por semana, y entre dos y tres días de entrenamiento de resistencia (fuerza o pesas) para obtener beneficios de salud que ya están refrendados y 300 minutos a la semana para garantizar la pérdida de peso.

Así las cosas, ¿Qué espera para empezar?

Dra. Marcela Sepulveda

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